domingo, 21 de febrero de 2010

“El Movimiento de la Palabra de Dios acompañó mi discernimiento vocacional” Parte 1


Me llamo Rosalía. Ingresé al Movimiento de la Palabra de Dios en el centro de Castelar en la Pascua del 2008 cuyo lema fue: “¿Señor a quien iremos? Tú tienes Palabras de vida eterna”. Cuando entré a los grupos ya tenía en mi corazón la inquietud por la vida consagrada aunque vivía huyendo de esa voz que sentía en mi corazón invitándome a seguirlo dejando todo, por miedo.

En ese tiempo estaba intentando un noviazgo a distancia por Internet con un joven de Perú que deseaba formar un matrimonio misionero. En el fondo lo que yo buscaba era acomodar la voluntad de Dios a mi voluntad. Pensaba que de esa forma contentaría a Dios siendo misionera y a mi padres cumpliendo sus expectativas de casarme y formar una familia. Sin embargo, aprendí que de la vocación no se puede huir toda la vida porque por más que uno quiera siempre estará allí inquietándome.

En el Movimiento aprendí la belleza de la vida comunitaria y el poder de la oración entre hermanos. Ese año durante el retiro de Conversión yo acudí con la actitud de que allí se hablaría del pecado y por ende, el Señor no molestaría más con la llamada. Sin embargo, fue en ese retiro donde Dios me habló con mucha claridad diciéndome que me quería para El, que debía animarme a perder mis miedos porque elegir era renunciar y que ya no debía ponerle más excusas sino discernir realmente su voluntad en mí porque en ella estaba mi felicidad verdadera.

¿Cómo yo sentí todo eso en un retiro de conversión? Fue de manera muy de Dios: un hermano comentó como le impactó el testimonio de un amigo que decidió ser sacerdote aunque desde siempre pensaba en formar una familia. Yo pensé que tal vez mi caso era al revés a este chico: había pensado desde niña ser religiosa pero tal vez Dios había pensando para mí un proyecto familiar. Le pregunté que quería de mí y me respondió con el llamado de los discípulos a evangelizar. Al día siguiente hablaron del seguimiento radical a Jesús y en oración el Señor me hablaba de olvidándome el camino recorrido lanzarme hacia delante, invitándome a tomar una decisión.

Sentí en mi corazón que debía compartirle estas excusas y miedos por la llamada a la vida consagrada al sacerdote que venia a confesar pero a la vez no sabia como decírselo porque era algo muy personal que nunca lo había compartido con nadie. Sin embargo, el cura me dijo ni bien estuve ante él. “Qué bueno verte acá, desde la misa de anoche (porque había celebrado la misa la noche anterior) tengo tu imagen bien presente. En este retiro se anota mucha gente pero no alcanzo a confesar a todos, pero sin embargo vos estás acá”. Bastó eso para que le contara lo que me pasaba y él me animó a perder el miedo a hacer un discernimiento serio y escuchar su voz.

A partir de esa experiencia compartí lo que me pasaba con mis hermanos de comunidad y con mis Pastores. Todos me ayudaron con su oración y me hicieron sentir muy acompañada en este camino dado que siempre me preguntaba como seguía mi discernimiento y trataban de ayudarme como podían.

Tiempo después le pedí al Señor que me enviara un sacerdote que me ayudara a discernir lo que Él quería de mí y responder con generosidad a su llamada, dado que por mi diócesis no encontraba ninguno con esa disponibilidad.

Un día le comenté de mi necesidad a una amiga de Internet y ella me pasó el mail de un sacerdote de capital federal que podría ayudarme. Me resultaba rara escribirle a un cura que no me conocía y pedirle que me ayude en este proceso pero sentí en mi corazón que podía ser la respuesta del Señor a mi plegaria así que le envié el mail. Por gracia de Dios, él aceptó acompañarme en este proceso de búsqueda.

Ese año el lema de la Pascua fue “Le pondrás por nombre, Jesús” Y sentí en mi corazón que el Señor me recordaba la importancia de la misión que pensó para mí desde toda la eternidad y que está grabada en mi nombre (Rosalía significa lazo de amor).

Durante el momento de servicio de niños una de las servidoras a la que yo jamás le había contado nada de mis inquietudes vocacionales se me acercó y me dijo que no lo pensara tanto, que perdiera mis miedos, que hiciera lo que sentía en mi corazón y que el Señor me daría una familia mayor de la que la dejaría. Fue como si supiese realmente lo que yo sentía. Esa experiencia fue muy fuerte para mí. El Señor me hablaba con claridad por medio de esta hermana, durante el servicio.

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